El asesino silencioso

El asesino silencioso

  • Cada año mueren 9 millones de personas a causa del uso de combustibles fósiles.
  • América Latina tiene una gran oportunidad para impulsar la transición energética.

Por Edith González

Luego de estar un año encerrada por la pandemia, con salidas mínimas al supermercado, Eugenia López Ortiz, de 40 años y diseñadora en una institución pública en la Ciudad de México, ha vuelto a su oficina tres días. En dos semanas de reactivación laboral, su cuerpo resiente el cambio del aire: garganta irritada, tos seca, ojos llorosos, dolor en el pecho, piel áspera, dolor de cabeza persistente y fatiga.

Durante la pandemia, vivió enclaustrada en su casa, al sur de la ciudad. Hacía ejercicio y mejoró sus hábitos alimenticios, no había motivo para sentirse tan cansada luego de su primera salida a la oficina. Pensando en la COVID-19 fue al médico. No, el resultado fue simple: efectos de la contaminación atmosférica que, en temporada de calor, se agudizan por la alta radiación y ausencia de corrientes de aire. Efectivamente, de marzo a junio es temporada de contingencias ambientales en la ciudad.  

Sus males se relacionan con alguna de las cinco principales enfermedades causadas por la contaminación y que han matado prematuramente a 9 millones de personas en todo el mundo: cardiopatía isquémica (34% de las defunciones), accidentes cerebrovasculares (20%), neumonía (21%), enfermedad pulmonar obstructiva crónica (19%) y cáncer de pulmón (7%). 

Las principales fuentes de contaminación del aire provocada por partículas finas son los sectores de la industria, la agricultura, el transporte, las centrales eléctricas alimentadas con carbón y el uso ineficiente de energía en los hogares como es la quema de leña, carbón o queroseno. Crédito de imagen: PNUMA

Respirar las diminutas partículas finas contaminantes (las famosas PM10 y PM2.5) que se generan por la quema de combustibles fósiles, provenientes principalmente de vehículos e industrias, nos está matando lenta y silenciosamente. 

Las PM2.5, las más letales por su tamaño, contienen contaminantes como el sulfato, los nitratos y el hollín (que contiene el carbono negro), son los tóxicos más peligrosos para la salud humana. Le siguen el ozono (O3), dióxido de Nitrógeno (NO2) y dióxido de azufre (SO2).

De acuerdo con María Neira, Directora del Departamento de Salud Pública y Determinantes Medioambientales y Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muchas megalópolis de todo el mundo quintuplican con creces los niveles fijados en las directrices internacionales sobre la calidad del aire, lo que representa un riesgo considerable para la salud pública y las finanzas nacionales. 

Crédito de imagen: BreatheLife2030.org

Datos del Banco Mundial estiman que el costo asociado a los impactos en la salud por la contaminación del aire es de 5,7 billones de dólares, el equivalente al 4.8 por ciento del PIB mundial. 

En América Latina la situación se agrava debido a que en la mayoría de los países no existen estándares de eficiencia vehicular, la calidad de los combustibles es mala con presencia de azufre y plomo, las edificaciones no son térmicas y por tanto no evitan el uso de leña o carbón para calentarlas y no existen políticas fuertes que reduzcan las altas tasas de deforestación.

Crédito de imagen: Statista
Descarbonizar es la solución y sí se puede

De acuerdo con un reporte de las Naciones Unidas, reducir el uso de combustibles fósiles de manera significativa es el gran paso que se debe dar en América Latina y el Caribe para mejorar la calidad del aire y, para ello tiene un plan muy concreto: transformar la matriz energética a renovables y electrificar todo el transporte incluido el terrestre y marítimo.

Si la región descarboniza este sector y opta por las energías renovables, estaría ahorrando anualmente más de medio billón de dólares para el 2050 y se podría evitar la emisión de 1,100 millones de toneladas de CO2, ahorrando con ello 621 mil mdd cada año. Además, los millones de dólares que se destinan a mejorar la salud pública se podrían invertir en la atención de otras enfermedades. Hacer esta transición requeriría aproximadamente una inversión de 800 mil mdd para el 2050, cifra menor de lo que co

Por si fuera poco, con este modelo de descarbonización, paralelamente se estarían creando más de 7,7 millones de empleos verdes permanentes y 28 millones de puestos de trabajo en asignaciones temporales relacionadas con tecnologías verdes, construcción de infraestructura o electrificación del transporte. 

El abandono de los combustibles fósiles en la región, antes de la pandemia, iba un poco lento, pero por buen camino. Desde el 2012 las energías renovables han duplicado su participación en la matriz energética regional, y junto con la energía hidroeléctrica representaron casi un 54% en 2018. Costa Rica y Uruguay producen más del 50% de su electricidad mediante fuentes renovables y en cuanto a la eficiencia energética, varios países ya han promulgado leyes a su favor, tal es el caso de Brasil, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Venezuela, Panamá y Nicaragua.

América Latina podría jugar un papel clave en la transición energética y la lucha contra el cambio climático. Las decisiones que los países tomen en la etapa de post pandemia marcarán un hito en la historia ambiental del planeta. 

De no hacer nada, los que pagaremos las consecuencias seremos la población global, el precio: nuestra salud. Al igual que Eugenia López, nuestro cuerpo irá enfermándose lentamente con posibles desenlaces fatales.

La reducción de emisiones de efecto invernadero podría reducir en 3,6 millones de defunciones prematuras. Los países deben sustituir el uso del carbón, petróleo y gas por energías renovables para en verdad limpiar el aire y con ello mejorar la salud pública. Crédito de imagen: Crédito de imagen: BreatheLife2030.org

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