La crisis energética se agudizará con el cambio climático

La crisis energética se agudizará con el cambio climático

  • La demanda energética en América Latina se duplicará hacia el 2030.
  • Para evitar futuros apagones la solución es ser más eficientes.

Por Edith González

A mediados de febrero pasado, la crisis energética ocurrida en el sur de Estados Unidos a causa de la alta demanda y a las fuertes heladas que congeló los ductos de gas, ocasionó apagones en buena parte de los estados de Texas, Nuevo México, Oklahoma y Mississippi. La falta de gas y, por tanto, de electricidad, también causó estragos en la distribución del agua, paralizó la economía y la vida local en medio de un intenso invierno. 

Sin embargo, estos daños no se quedaron a nivel local. México, altamente dependiente del gas natural estadounidense (60% de la producción de electricidad mexicana depende del gas estadounidense), padeció la suspensión de cinco días en la distribución del gas, impuesta por el gobernador de Texas, Greg Abbott. La medida afectó la vida de la 4.7 millones de mexicanos y más de 5 mil millones de dólares en pérdidas económicas.

Texas es considerada la capital energética de Estados Unidos. Crédito de imagen: Getty Images.

De acuerdo a la Agencia de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés) Texas es considerado el centro energético de Estados Unidos puesto que es número uno en producción de crudo y gas natural, mientras que la energía eólica va al alza: en el 2019 produjo el 28% del total de electricidad generada a partir de esta renovable. 

Entonces, ¿qué sucedió para que ocurriera tal apagón? Son varios factores los que se sumaron a la crisis. Uno de ellos es que históricamente Texas ha registrado temperaturas superiores a la media, de ahí que estas heladas atípicas (hasta ahora) hayan causado estragos nunca antes vistos. Así es el cambio climático: nada predecible y altamente probable.    

En este contexto, los países latinoamericanos, altamente dependientes de los combustibles fósiles como el gas, petróleo y carbón, deberían poner sus barbas a remojar y empezar a tomar acciones para reducir esta dependencia energética. 

¿Cómo evitar una crisis energética en América Latina?

Datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) señalan que la demanda energética en América Latina se duplicará en los próximos 20 años, pero las reservas energéticas tienen fecha de caducidad: las reservas de petróleo tienen 31 años de vida; las reservas de gas 36 años y el carbón 280 años. Las centrales hidroeléctricas, en caso de no sufrir más presiones hídricas, podrían ser una opción, pero ya nadie apuesta por la construcción de grandes embalses y el desvío de ríos.

Un primer paso para evitar una crisis energética en la región es ser más eficientes energéticamente hablando. De acuerdo al Consejo Mundial de Energía (World Energy Council) la ‘Eficiencia Energética’ (EE) significa obtener los mismos bienes y servicios energéticos, pero empleando menos recursos, mejorando los procesos y haciendo un uso racional, más eficiente. 

Organización Latinoamericana de Energía (OLADE)

En este sentido, poco a poco los países de América Latina y el Caribe se encaminan a ser más eficientes. Aunque a nivel regional el consumo de energía es muy dispar, en general, en la mayoría de los países el consumo energético se lo lleva el sector transporte, con entre un 45 y 50% de la producción total nacional, seguido por la industria, con entre un 35 y 43% y el residencial, entre 15 y 25%. 

De acuerdo a datos del Banco Interamericano de Desarrollo, Brasil y México son los países con mayor consumo energético de la región, entre ambos consumen el 57% total de la energía generada en América Latina, seguidos muy por debajo por Argentina con el 10%. 

A la fecha, algunos países ya han promulgado leyes a favor de la eficiencia energética: Brasil y Colombia lo hicieron en el 2001; Uruguay en el 2009; Venezuela en el 2011; Panamá en el 2012 y Nicaragua en el 2017. Costa Rica fue el primer país en América Latina en promulgar una ley sobre el tema en 1994. 

Otros países como Argentina, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras y Paraguay y Republica Dominicana ya están trabajando en las iniciativas de ley. Finalmente, otros como México, Bolivia o Ecuador, aunque no tienen leyes de EE, si la promueven a través de otros instrumentos como planes nacionales, regulaciones u otras leyes vinculadas como las de cambio climático. 

Costa Rica fue el primer país en América Latina en promulgar una ley sobre la Eficiencia Energética, en 1994 y de los primeros en apostar por las renovables. En el 2019 el 99% de la energía producida en la región fue producida por fuentes renovables como la hidroeléctrica, eólica, geotérmica, biomasa y solar. Crédito de imagen: Gobierno de la Republica de Costa Rica, vía twitter @presidenciacr
Los sistemas de gestión energética para reducir las emisiones contaminantes

Un segundo paso implementado en el sector industrial son los sistemas de gestión energética basados en la norma internacional ISO 50001 y derivadas. Desde el 2011, año de surgimiento de la norma, el aumento en certificados no para, mucho menos bajo la presión de la Unión Europea, que en el 2012 estableció una norma que establece los criterios que deben seguir sus países miembros para mejorar la EE (Directiva 2012/27/UE). 

La Organización Internacional de Normalización ISO, reportó que en el 2018 Alemania fue el país líder en número de empresas certificadas con 8,314; seguido de Inglaterra, con 3,078; China 1,567; Francia, 938 e Italia con 857.  En América Latina la lista la encabezan Brasil, con 49; México con 37 y Chile con 26 certificados.  

En la región latinoamericana los esfuerzos por ser más eficientes en el sector industrial han sido opacados por el desarrollo de normas de EE para equipos y elementos consumidores de energía y sistemas de etiquetado energético, en su mayoría de electrodomésticos. Así mismo, varios gobiernos de la región en un afán de hacerse pasar como ‘ciudades eficientes’ han puesto mayor énfasis en el sector de la construcción con la promoción de ‘edificios verdes’ con certificaciones LEED, en detrimento de sectores con mayor impacto como el transporte o el alumbrado público.  

La norma internacional ISO 50001 proporciona a cualquier empresa estrategias para aumentar la eficiencia energética, reducir costos y mejorar la energía y rendimiento; mientras que la certificación LEED reconoce la sostenibilidad y eficiencia energética exclusivamente en edificios.

Al igual que con las certificaciones ISO, en el caso de las LEED, Brasil, México   y Chile también registran los mayores puntajes. De acuerdo al US Green Building Council, Brasil es el país con mayor número de edificaciones certificadas (531) y en proceso de obtención del certificado LEED (169), seguido de México (15) y 48 en proceso de certificación, mientras que Chile tiene 9 certificaciones y 100 en proceso. 

Ser más eficiente con menos recursos

Como se observa, la EE es la herramienta que muestra el mayor potencial de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). En 2019, la EE evitó un aumento de 200 MtCO2 globales, siendo esta la segunda fuente más grande de emisiones evitadas, solo detrás de las energías renovables. Por ello, la EE es un elemento clave para que los países alcancen sus metas en materia de reducción de emisiones contaminantes (contribuciones determinadas, NDC por sus siglas en inglés), comprometidas en el Acuerdo de París. 

En vísperas del próximo Día Mundial de la Eficiencia Energética (5 de marzo), es urgente que a nivel regional se apueste no sólo por la diversificación de la matriz energética, sino por la eficiencia en el consumo de estos recursos. 

“Los cambios reales en el consumo de energía se están produciendo mucho más por adelantos tecnológicos que por modificaciones en la conducta de los consumidores, cualquiera que sea el sector considerado”, señala el BID  en su reporte Eficiencia Energética en América Latina y el Caribe: Avances y Oportunidades, 2017.  

Si bien, la EE ayuda a cerrar la brecha energética entre los países, elevando los niveles de confort de la población con el mínimo consumo energético posible y en su esencia señala que no se trata de reducir el consumo sino de eficientarlo. Sin embargo, como ya se vio con el caso estadounidense, las alta demanda aunada a las fallas en un solo sector, como es el eléctrico, puede desencadenar un efecto dominó en la economía, política y salud de varias naciones.

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